Lectura 1.
Semanario Brecha, Montevideo, Uruguay.
Edición del 22 de abril de 2005.
Por qué precisamos las humanidades
Edición del 22 de abril de 2005.
Por qué precisamos las humanidades
El presente perentorio
Alma Bolón/ Carlos Hipogrosso/ Fernando Pesce
En la tradición del diálogo entre amo y esclavo (o criado), existe uno particularmente enigmático. En cada comienzo de estrofa de ese texto en verso, el amo ordena al esclavo que acuda presto, cosa con la que el esclavo cumple raudo. El amo, entonces, hace saber al esclavo su voluntad de, por ejemplo, asistir a un banquete. El esclavo no sólo asiente, sino que alienta al amo en su empresa, proporcionándole excelentes razones. Sin embargo, de golpe, el amo declara su propósito de renunciar al proyecto anunciado. Y el esclavo, sin titubeo, con pareja convicción, provee al amo de razones tan buenas como opuestas a las provistas anteriormente. Con ese esquema, se sucede una serie de proyectos y renuncias: ir a palacio, ir de caza, casarse y fundar un hogar, etcétera. Así por ejemplo:“—¡Esclavo! ¡A mis órdenes!—¡Heme aquí, amo, heme aquí!—¡Quiero sublevarme!—¡Claro que sí, amo, sublévate, sublévate! Si tú no te sublevas, ¿cómo tendrás vestido? ¿Y quién te dará con qué llenarte la panza?—Y pues no, esclavo, no quiero sublevarme.—¡No te subleves, amo, no te subleves! Al hombre que se subleva, lo matan, lo desuellan vivo, le arrancan los ojos, lo capturan para arrojarlo en prisión.”1Algunos de los enigmas que plantea este diálogo tienen que ver con su pertenencia a la literatura cuneiforme, mesopotámica, consignada en tablillas de arcilla, sepultadas durante milenios en un suelo poco apropiado para conservarlas sin daño. Resulta remotamente concebible “el divino laberinto de los efectos y de las causas ” –para decirlo con palabras de Borges– que permitió que esas réplicas atravesaran –casi intactas– los más de tres mil años que los asiriólogos les atribuyen.Restringiéndonos a algunas causas minúsculas, domésticas, podríamos anotar: si este diálogo se lee hoy en esta página es porque hubo un semanario montevideano que confió en que la publicación de la traducción del francés de un texto originalmente compuesto en acadio y registrado en caracteres cuneiformes no sería razón suficiente para que los lectores desertaran del periódico con la firme promesa de nunca más comprarlo ni leerlo de prestado. También, si esto se lee hoy aquí, es porque hubo un señor, Jean Bottéro, que dedicó su vida a desentrañar los enigmas que quedaron diseminados en cientos de miles de tablillas, por esas tierras que Estados Unidos se empeñó en salvar, por Mesopotamia, el actual Irak.Ambas mínimas causas de ese divino laberinto que nos une con el casi cuatro veces milenario texto podrían ser consideradas causas pertenecientes al universo de las humanidades, entendiendo por éstas una constelación de sentidos que nos permite resistir en y al presente.“Nos falta resistencia al presente”, constató Deleuze. “Ser de ‘su época’ es un deber. Pero también es un deber –algo indispensable para quien quiere progresar y elevarse– no ser de su época”, aconsejó Susan Sontag.2 “Ser moderno es ser contemporáneo, ser actual: todos fatalmente lo somos. Nadie –fuera de cierto aventurero que soñó Wells– ha descubierto el arte de vivir en el futuro o en el pasado. No hay obra que no sea de su tiempo”, precisó Borges.3 “No salimos de la época cuya clausura puede esbozarse”, caviló Derrida.4Sin embargo, afortunadamente, las humanidades son esa constelación de sentidos que, disciplinariamente organizados en filosofía, historia, letras, nos proporcionan vías de resistencia al presente, vías de resistencia a esa condición perentoria del presente. Resistir lo perentorio del presente es resistir lo que éste tiene de definitivo, lo que no admite dilación, lo que aniquila, lo que mata, lo que atrapa (lo que coge, según la peninsular variante que propone Corominas).5La resistencia no sólo es en presente. También, y sobre todo, es al presente, a su afán absorbente y totalizante. Las humanidades fragmentan esa totalidad, dibujándole brechas y resquicios por los que asomarse a mirar: proporcionan una trama de inteligibilidades, que nos comprenden y podrán explicarnos y/o dejarnos perplejos. Lejos de los imperativos del aquí y ahora, las humanidades nos permiten descontextualizarnos, aunque más no sea, a veces, para recontextualizarnos en dilemas tan cercanos como el del amo asirio de tres mil y pico de años atrás.Puede temerse que el déficit de estudios humanísticos y la excesiva presencia de lo que es presentado como “presente” harán que, en breve tiempo, no haya lectores dispuestos ni a especular ni a maravillarse con la candente proximidad de lo lejanísimo.
1. Jean Bottéro. Mésopotamie, l´écriture, la raison et les dieux, pág 460, Gallimard, París, 1987.
2. "Profession: étrangère", Nouvel Observateur, 6-I-05.
3. Prólogo a "Luna de enfrente", Obras Completas tomo I, pág 55, Emecé, 1996.
4. De la grammatologie, pág 24, Minuit, 1967.
5. Cf. Diccionario etimológico de Corominas: "perentorio", que no admite dilación. Tomado del latín peremptorius, definitivo, propiamente "que mata", derivado de perimere, aniquilar, matar (y éste peyorativo de emere, coger).
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